Amenaza, vulnerabilidad y riesgo ante eventos naturales.
Factores
socialmente construidos
Threat, risk and vulnerability to natural events. Socially constructed factors
Ana Cecilia Reyes Rivero1,*, Argenis de Jesús Montilla Pacheco2,†
Paola Germania Castillo García2,‡, y Martha Narciza Zambrano Vera2,*.
1Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela.
2Universidad Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Ecuador.
{fanacereyes;argenismontillag}@hotmail.com, {fpaolacastillo79;martha0558g}@gmail.com
Fecha de recepción: 25 de enero de 2017 — Fecha de aceptación: 17 de marzo de 2017
* Docente Investigador.
Resumen. Al intentar explicar las razones por las cuales los desastres socionaturales traen consigo una cadena de nefastas consecuencias, se hace imperante analizar la concepción que se maneja del riesgo y de sus elementos asociados: amenaza y vulnerabilidad, dadas las discordancias, confusiones, vacios e imprecisiones al respecto. Ello amerita de un análisis exhaustivo y del estudio de la multiplicidad de factores capaces de intervenir en su comprensión, y que de alguna forma pueden incidir en la carencia de una cultura preventiva. De allí emerge el presente ensayo, cuyo propósito es reflexionar sobre distintas concepciones del riesgo en diferentes momentos históricos, impregnándose del tipo de sociedad de donde provienen, y en la cual se originan modelos teóricos como abstracciones de una realidad construida en el imaginario social, que intenta explicarlas y comprenderlas. Se trata entonces de esquemas que demandan una transformación a través de la educación, pues es ésta la herramienta más idónea y al mismo tiempo capaz de influir y modificar la manera de percibir, valorar y actuar ante fenómenos naturales adversos y sobre aquellos factores que determinan su conversión en eventos calamitosos; todo con la finalidad de que se interpreten global y sistémicamente, redundando en una preparación afectiva y efectiva, que posibilitará la actuación acertada ante una situación de riesgo o peligro.
Palabras Clave: Riesgo, Amenaza, Vulnerabilidad, Evento adverso, Imaginario social.
Abstract. —In attempting to explain the reasons why socio-natural disasters bring with them a chain of disastrous consequences, it is imperative to analyze the conception of risk and its associated elements: threat and vulnerability, given the discordances, confusions, gaps and inaccuracies about it. This requires a thorough analysis and the study of the multiplicity of factors capable of intervening in its compression, and that may somehow affect the lack of a Preventive Culture. From this emerges the present essay, whose purpose is to reflect on different conceptions of risk in different historical moments, impregnating of the type of society from which they originate, and in which theoretical models originate as abstractions of a reality constructed in the social imaginary, which attempts to explain and understand them. These are then schemes that merit a transformation through education, since this is the most appropriate tool, and at the same time able to influence and modify the way of perceiving, valuing and acting against adverse natural phenomena, and those factors that determine their conversion into calamitous events; All with the aim of being interpreted globally and systemically, redundating in affective and effective preparation, which will enable the understanding and correct action in a situation of risk or danger.
Keywords: —Risk, Threat, Vulnerability, Adverse event, Social imaginary.
INTRODUCCIÓN
La carencia de una cultura preventiva ante desastres socionaturales
es una realidad innegable que genera e incluso
aumenta la vulnerabilidad en las comunidades, con consecuentes
riesgos de dimensiones extraordinarias que pueden
producir pérdidas humanas y materiales incalculables. De allí
la necesidad de explicar cómo las apreciaciones que giran
alrededor del riesgo son influenciadas y están determinadas
por diversas percepciones Mazzitelli and Aparicio (2010),
Cid Ortiz et al. (2012), Osorio Yepes and Díaz Facio Lince
(2012), Ramírez and Ofelmina (2015), tanto individuales como
colectivas en torno al mismo y que se expresan mediante
representaciones y más complejamente a través de los imaginarios sociales (Curiel, 2012). (Federación Internacional de
Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 2015).
Es evidente entonces, que al intentar buscar una explicación
del porqué los desastres socionaturales traen consigo una
cadena de consecuencias casi imposibles de controlar, se
hace imperante analizar cuál es la concepción del riesgo y
de sus elementos asociados que a lo largo del tiempo se
maneja, específicamente la amenaza y la vulnerabilidad, dadas
las discordancias, confusiones e imprecisiones existentes en
relación a estas definiciones, por lo que se precisa de la
ejecución del análisis exhaustivo de dichos términos, así como
de la multiplicidad de factores de diversa índole, capaces de
intervenir en su compresión, y que de alguna manera pudieran
incidir en la carencia de una Cultura Preventiva.
METODOLOGÍA
La investigación que se llevó a cabo fue de carácter analítica
reflexiva, pues consistió en analizar las opiniones que diferentes
autores manejan en relación al tema del riesgo, la amenaza
y vulnerabilidad, pero además de la percepción social que
de éste se tiene. En tal sentido, se precisó la consulta de
distintas fuentes bibliográficas especializadas en la temática
abordada, fundamentalmente libros y artículos publicados en
revistas científicas.
Especial cuidado se adoptó en la selección de los trabajos
revisados, considerando que la mayoría de ellos sean de
reciente publicación, pues en asuntos de análisis de riesgo
y sus elementos asociados como vulnerabilidad y amenaza
se producen cambios conceptuales con importante frecuencia
que inciden en la forma de interpretarlos. En consecuencia,
el arqueo bibliográfico realizado permitió acceder al dominio
conceptual actualizado, y explicar los fundamentos teóricos y
metodológicos que actualmente se manejan sobre el riesgo y
la percepción social del mismo.
Partiendo del hecho que muchos autores manejan indistintamente
los conceptos de riesgo, vulnerabilidad y amenaza,
y a los efectos de definir en forma precisa lo que implica
cada uno, se hizo énfasis en aclarar que hay una marcada
diferencia entre cada uno de ellos, y que aunque suelen estar
inmersos en un mismo escenario, son en esencia distintos,
ello lo asevera Lavell (2006) cuando sostiene que “a pesar de
la clara diferencia entre una y otra noción, son, sin embargo,
cercanamente relacionadas e interrelacionadas de forma
jerárquica o concatenada, y el cabal entendimiento y distinción
entre ellas facilita de forma importante la construcción de
opciones de intervención en la temática del riesgo y desastre”
(p.1).
La peligrosidad, que no es más que el potencial de
amenaza de cualquier fenómeno natural adverso, por
ello, mientras más información se tenga sobre éste,
mayores posibilidades hay de predecir su ocurrencia en
aquellos casos donde la predicción es posible.
La exposición, que hace mención a las construcciones
materiales y a la distribución de la población, puesta de
manifiesto en las precarias edificaciones, carencia de servicios,
construcción en áreas inestables, que en conjunto
constituyen la combinación de elementos materiales, infraestructura
y población potencialmente afectadas ante
un evento adverso.
La vulnerabilidad, definida como la situación en la que
se encuentra la población, características o atributos existentes en la misma, que le permiten o le imposibilitan
enfrentar un imprevisto fenómeno natural; y
finalmente,
La incertidumbre ante esos eventos, que impone la
necesidad de involucrar en la toma de decisiones a
quienes están o estarán expuestos al peligro, haciéndose
necesario el conocimiento de las percepciones del riesgo
de los actores sociales.
De lo expresado, se desprende que el análisis de un fenómeno
natural adverso y sus consecuencias va mucho más allá de
la amenaza o el evento (Jeréz Ramirez, 2014), por cuanto
se integran distintas dimensiones; de allí que a la hora de
planificar y diseñar obras de infraestructura y de protección,
es importante definir “riesgos aceptables” al considerar el
elemento social. Con ello no se está excluyendo la posibilidad
de que el riesgo no pueda calcularse, pero es necesario
dejar claro que su estimación es relativa, y por ende los
indicadores proporcionan “riesgos relativos,” que son pautas
que sí permitirán tomar decisiones y definir prioridades de
prevención y mitigación.
Para evitar caer en dichos errores de interpretación, se
asume que el concepto de riesgo implica una relación dialéctica
entre amenaza y vulnerabilidad y ambas al integrarse en
un mismo proceso generan un nivel distinto de realidad, no
limitado a una interacción entre factores, como normalmente
se suele entender. De allí que Lavell (1999), denote a la
amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo como “factores socialmente
construidos” (p.7), en razón de que los eventos físicos
extremos asociados con procesos naturales pueden transformarse
en amenazas, solamente por intermediación humana; lo
mismo ocurre con la vulnerabilidad, su aumento o disminución
dependerá de las conductas individuales y colectivas.
Al respecto, Cardona (2003), explica como estos términos
fueron utilizados por mucho tiempo sin que se tuviera suficiente
claridad sobre ellos, relacionándolos a una posibilidad y a un
hecho, es decir, vinculándolos tan solo a una causa: la amenaza
natural, ante la cual no hay mucho que hacer, entre otras cosas,
porque son fenómenos que no pueden ser controlados y en
la mayoría de los casos imposibles de predecir. Incluso, se
hizo uso del término riesgo a lo que hoy es entendido como
amenaza, y se utilizó el vocablo vulnerabilidad, asignándole
el mismo significado de riesgo.
Otro de los aspectos que han generado imprecisiones en la
terminología referida es el uso que se le ha dado al asociarla
con ámbitos distintos, es así como la vulnerabilidad se ha relacionado
con condiciones de desventaja: ancianos, pequeños
o mujeres; factores que también han incidido para que no
exista una completa compresión y claridad de estos conceptos
(Aguirre, 2004), cuya distinción facilitará el entendimiento del
riesgo, lo cual permitirá reducirlo o mitigarlo.
Señala Cardona (2003), que poco a poco se entendió que la
vulnerabilidad es más compleja de lo que se creía, comenzó
a verse como “una predisposición intrínseca a ser afectado
o a ser susceptible a sufrir daños”, como la “susceptibilidad
física, económica, política o social” (p.12), expresada como la
factibilidad de que un individuo o sistema social se afecte por
un fenómeno desestabilizador, que en este caso es la amenaza
natural. De esta manera, el riesgo pudo expresarse en forma
matemática, resultante, según lo expone el autor, “. . . de la
convolución de la amenaza y la vulnerabilidad” (p.12).
CONCLUSIONES
De acuerdo con los razonamientos desarrollados, resulta fundamental
el verdadero entendimiento del riesgo, lo que orientará
acertadamente la ejecución de acciones, cualquiera que
sean, desde las menos significativas hasta las más complejas,
aquellas que deban tomarse a corto, mediano o largo plazo;
y esta comprensión del riesgo debe ser previa a la decisión
sobre las determinaciones que han de tomarse, evaluación
que involucra elementos diversos y complejos, que como indica Cardona (2003), “. . . tocan raíces de la sociedad, el
conocimiento, los valores, las emociones e incluso la propia
existencia” (p.11). En dicho propósito, resulta fundamental
conocer cuáles son las percepciones individuales y colectivas
en torno al riesgo, qué valores, pensamientos y conductas lo
han reproducido y construido, cómo éste se concibe en el imaginario
colectivo y en consecuencia representado socialmente.
AGRADECIMIENTOS
La realización de este trabajo fue posible gracias a la colaboración
prestada por La Universidad Pedagógica Experimental
Libertador – Instituto Pedagógico de Barquisimeto y por
la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Facultad de
Hotelería y Turismo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aguirre, B. E. (2004). Los desastres en latinoamérica: vulnerabilidad
y resistencia. Revista mexicana de sociología,
66(3):485–510.
Esta es la razón por la cual se presenta el siguiente ensayo,
cuyo propósito es reflexionar sobre las distintas concepciones
y contenidos que se tienen del riesgo y su relación dialéctica
con la amenaza y la vulnerabilidad, pues éstas varían en
diferentes momentos históricos, en función a las condiciones de la sociedad de la que provienen y en donde se originan
modelos teóricos, vistos éstos como abstracciones de una
realidad construida en el imaginario popular, que intenta
explicarlas y comprenderlas.
De igual forma, se expone sobre algunos de los múltiples
factores periféricos responsables, que condicionan los procesos
de análisis, comprensión y asimilación del riesgo, la amenaza
y la vulnerabilidad, capaces de intervenir y bloquear a los
individuos, para que no exista una completa compresión del
problema, con implicaciones en aspectos naturales, materiales
y cognitivos, convirtiéndose en esquemas mentales a través de
los que determinados grupos humanos expresan su forma de
concebir el riesgo.
De allí que resulte imperante la transformación de estos
esquemas y modelos a través de la educación, formadora
por excelencia y única herramienta capaz de influir en el
individuo, tanto en su manera de percibir, como de valorar
y actuar ante la realidad de los fenómenos naturales adversos,
y especialmente sobre aquellos factores que determinan la
transformación de los mismos en eventos calamitosos; todo
ello con la finalidad de que sean interpretados de una manera
global y sistémica, que redunde en una preparación afectiva y
efectiva, que permita comprender y actuar acertadamente ante
una situación de riesgo o peligro.
Amenaza, vulnerabilidad y riesgos: una posible relación dialéctica
De acuerdo a Jeréz Ramirez (2014), las definiciones de riesgo
usualmente aceptadas son entendidas sobre la base de un
esquema lógico que indica la relación entre un suceso dañino y
unas víctimas afectadas, relación que proviene de una fórmula
muy conocida que señala al evento agresor como la amenaza
(A), y la susceptibilidad o tendencia de la población a sufrir el
impacto, es decir, la vulnerabilidad (V). De allí que se calcule
el riesgo como: Riesgo= Amenaza x Vulnerabilidad= Amenaza
+ Vulnerabilidad.
Con ello se pudiera entender, que al aplicar estas fórmulas,
y planteando casos hipotéticos se llegue a suponer, que no hay
riesgo sin amenaza o cuando la vulnerabilidad sea cero; o que
siendo la población vulnerable, el riesgo sea cero, si no existe
amenaza potencial. Supuestos que son completamente irreales,
por cuanto el riesgo permanecerá latente en una mayor o
menor proporción, dado que los peligros naturales siempre van
a existir (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción
del Riesgo y el Desastre, 2015), siendo los tipos de amenazas
y su magnitud, dependientes de la realidad natural de cada
región; mucho más si se trata de la vulnerabilidad de una
población que pudiera estar influida por una multiplicidad
de factores difícilmente cuantificables. Ello quiere decir que
un razonamiento que aparentemente resulta lógico y correcto,
induce a error, en virtud de que se trabaja con realidades
naturales y sociales inexactas y falibles.
La gran debilidad de esta definición es que promueve únicamente elementos matemáticos, señalando a las amenazas
y las vulnerabilidades como factores que solo se suman o
se multiplican, lo cual no es suficiente. Sin embargo ha
resultado de gran valor por cuanto significa un claro avance,
en el sentido amplio que ésta pretende, al interpretar que no
todo lo que ocurre depende del fenómeno agresor, pues la
población involucrada, también tiene un papel fundamental,
de ella depende que se favorezcan o se dificulten los efectos.
Siendo así, se considera que el riesgo no pueda reducirse a
cero por cuanto es imperante reconocer las amenazas socionaturales,
que irremediablemente incluye al individuo y su
comportamiento en colectivo.
Caram and Pérez (2006), refieren sobre cuatro elementos que dan cuenta a la complejidad del riesgo, visibles analíticamente,
pero inexorablemente vinculados entre sí, éstos son:
En el marco de las observaciones anteriores, resulta oportuno
definir la amenaza como un factor externo, como la
probabilidad de ocurrencia de un evento natural en un tiempo y
lugar determinado (Centro de Coordinación para la Prevención
de los Desastres Naturales en América Central., 2017). En
efecto, Cardona et al. (2006), señalan que las amenazas
obedecen a fenómenos naturales que representan peligros
potenciales y latentes.
Sobre el mismo particular Escobar-Gómez (2007), aduce
que una amenaza se considera como tal, cuando pudiera
afectar directa o indirectamente la vida o los bienes de una
población, ocasionada por un fenómeno natural o provocada
por el hombre, que actúa en un tiempo y lugar específico.
Interpretándose de esta forma, no se limita exclusivamente
a factores naturales sino que también adquiere un carácter
social, de allí que la amenaza debe ser entendida como el
evento natural extremo que representa un peligro potencial
inherente a los propios fenómenos naturales o eventos adversos
(Oficina de los Estados Unidos de Asistencia para Desastres
en el Extranjero, 2014).
Por esa razón Briones-Gamboa (2007) clasifica a las amenazas
en: naturales (volcanes, terremotos, huracanes, entre otros),
antrópicas a las que también denota como tecnológicas (uso
inadecuado de plaguicidas, guerras y otras), y socionaturales
(destrucción y degradación de cuencas, contaminación sónica,
hídrica, atmosférica, etc.).
En ese mismo sentido Lavell (1999), realiza una diferenciación
entre amenazas naturales y amenazas socionaturales, por
lo que define a las primeras como aquellos eventos que por su
propia naturaleza en un determinado momento se convierten
en un peligro para el hombre, y se ilustra con el ejemplo de un
movimiento sísmico que se produzca en un desierto en el que
no existe riesgo alguno porque no hay exposición de personas
o bienes materiales, si se compara con un sismo de menor
intensidad pero en el casco urbano de una ciudad, que podría
destruir inmuebles y acarrear la muerte de miles de personas.
En lo que respecta a las amenazas socionaturales, se entiende
que sobre los procesos naturales interfiere el hombre, que
según Lavell (1999), “son aquellos eventos que se gestan en la
intersección de la sociedad con los procesos de la naturaleza”
(p.8), de una forma que rebasan el potencial autorregulador
del sistema, por lo que traspasan la capacidad de ajuste,
flexibilidad de sus componentes para absorber, asimilar y/o
neutralizar tales perturbaciones, desequilibrándose irreversiblemente.
En tal sentido Andrade and Laporta (2009), señalan
que un fenómeno solo adquiere la condición de peligroso y
consecuencialmente pasa a ser parte del riesgo, cuando su
ocurrencia se produce o se pronostica en un territorio ocupado
por una determinada comunidad. La causa es el hombre como
depredador del entorno, haciendo que los eventos naturales se
conviertan en desastrosos o calamitosos con efectos adversos
sobre él mismo, sus bienes y el ambiente.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, resulta oportuno
definir desastre, palabra que proviene de dos términos de
origen latino: Di, Dis que es igual a Des y Astrum que significa
Astro, Hado; etimológicamente expresa “desgracia, calamidad, suceso infausto lamentable”. Según lo refiere Curiel (2012), un
desastre resulta de la combinación de amenazas en situaciones
de vulnerabilidad asociadas a la insuficiente capacidad para
mitigar los potenciales efectos del riesgo.
Como bien se ha explicado, un fenómeno natural en sí
mismo no constituye un desastre natural, éste actúa solo
como el detonante de las condiciones de una determinada
población, donde confluyen una serie de factores, entre ellos,
los socioeconómicos como la pobreza, las concentraciones
humanas y la degradación ambiental, los cuales serán variables
dependiendo de cada realidad.
Para ilustrarlo, Lavell (1999), refiere la existencia de cinco
contextos particulares que permiten comprender la vulnerabilidad
presente en el medio urbano específicamente, y que por
ende se convierten en causantes de desastres, éstos son: (a) la
concentración, la densidad y la centralización, (b) la complejidad
y la interconectividad de la ciudad, (c) la ciudad informal o
la ciudad de campesinos, (d) la degradación ambiental urbana
y la vulnerabilidad estructural y, (e) la vulnerabilidad política
e institucional; factores que en sí mismos son heterogéneos,
distintos en cada ciudad, pudiendo estar acentuados unos más
que otros, convirtiéndose en causantes de desastres en distinta
proporción, según sea el ámbito donde se desarrollen.
Las primeras explicaciones se fundaron sobre la base “de un límite de daños asociados de carácter cuantitativo y universal”,
por ejemplo, cifras de pérdidas en dólares, número de personas
fallecidas, heridas o desaparecidas, cantidad de individuos
damnificados, todos valores numéricos; elementos éstos que
pudiera llevar a consideraciones pocos objetivas, como excluir
de esta categoría a un evento menos significativo porque la
magnitud de pérdidas fueron mínimas si se compara con la
superficie afectada, y catalogar como desastre a un acontecimiento
derivado en una localidad pequeña aunque el número
de muertes y pérdidas no alcance las estimaciones previstas.
Para evitar caer en equivocaciones, se plantea la necesidad de
definir a los desastres en función de la vulnerabilidad de las
sociedades.
Como ya se ha indicado, en el cálculo del riesgo el otro
elemento es la vulnerabilidad comprendida como el factor
interno, que va a depender de las condiciones que una región
posea para enfrentar esa amenaza, condiciones que serán
mayor o menor en la medida que existan debilidades de
tipo social, económica y estructural entre otras, capaces de
ocasionar daños cuantiosos, y en algunos casos irreparables.
En consecuencia, la vulnerabilidad permitirá determinar la
propensión que tienen los elementos de que puedan ser perturbados
o de tolerar pérdidas ante una amenaza específica; razón
por la cual Lavell (1999), la define como la tendencia a sufrir
daños y a la vez la medida de las dificultades que enfrenta una
comunidad para recuperarse de las consecuencias, expresada
en condiciones de inseguridad, producto de procesos sociales íntimamente relacionados con las modalidades de desarrollo o
no desarrollo.
Otra definición de vulnerabilidad es la imposibilidad de un
grupo social para responder a cambios por efectos de un evento
adverso, bien sea por su incapacidad, su estado de exposición
o su susceptibilidad (Briones-Gamboa, 2007).
De la misma forma Andrade and Laporta (2009), expresan que si bien es cierto que la vulnerabilidad es la medida de exposición de un
individuo o un colectivo ante los efectos de un fenómeno adverso,
desde esta óptica sólo es posible desarrollar una medida
cuantificable de lo que sería la vulnerabilidad, orientada a la
probabilidad de ocurrencia del evento con una determinada
“intensidad, frecuencia y duración” (p.4), lo que induce al cálculo de los efectos desde el punto de vista numérico; de allí
la importancia de que en el estudio de la vulnerabilidad, éste se relacione más con la peligrosidad inherente al fenómeno,
que con el fenómeno mismo, por cuanto se afectan a grupos
sociales, y su heterogeneidad es lo que determina, en mayor
parte, las consecuencias catastróficas de la peligrosidad.
De allí surge la explicación del porqué existe una obligatoria
relación entre la amenaza y la vulnerabilidad, que aun siendo
factores con características y especificidades sumamente heterogéneas
y que a los fines de analizarlos, no es posible hablar
de amenaza sin referirse a vulnerabilidad y viceversa. Debe
haber una tendencia o propensión a sufrir daños, para que
un evento físico, natural, social o tecnológico se convierta en
amenaza con repercusiones que desencadene en un desastre,
sino es simplemente un evento; es decir, existe una relación,
dialéctica, lógica y dinámica entre ambos agentes.
Ahora bien, si se pretende una estimación del riesgo, es
preciso realizar una evaluación de la amenaza natural pudiendo
ser ésta predecible o no; y en lo que respecta a la vulnerabilidad,
deben ser considerados aspectos técnicos, que son fácilmente cuantificables, en términos físicos y funcionales
(infraestructura, líneas de vida, por ejemplo) y aquellos de
carácter social, aun más importante, que deben valorarse en términos cualitativos, mucho más complejos en función del
contexto social y cultural.
De acuerdo con los razonamientos planteados, resulta oportuna
la definición de riesgo, realizada por Cardona et al.
(2006), de la siguiente manera:
“. . . es un concepto extraño, representa algo irreal, en tanto
que está siempre relacionado con azar, con posibilidad, con
algo que aún no ha sucedido. Es una abstracción de un proceso
de transformación que denota simultáneamente posibilidad y
realidad. Es algo imaginario y escurridizo que parece sólo existir
en el futuro y que refleja un estado indeseable de realidad,
pero su existencia compleja es consustancial al hombre” (p.1).
Precisando de una vez, el riesgo es el daño que se espera,
producto de la relación o coexistencia entre la probabilidad de
ocurrencia de eventos peligrosos y de los elementos expuestos
a tales amenazas, es el resultado que se calcula en función de
una amenaza específica y las condiciones de vulnerabilidad
que esa región posea para enfrentarlas. De allí que en la
medida del riesgo convergen todo un agregado de factores que
deben ser vistos de manera holística, en donde cada una de las
disciplinas o ciencias que se encargan de su estudio deberían
jugar un papel fundamental en esa integralidad, muy lejos de
la visión atomista con la que se pretende analizar el riesgo
hasta ahora.
Al respecto Briones-Gamboa (2007), hace una reseña de la
evolución histórica de este término, el cual se encuentra ligado
con el tiempo “. . . el pasado no implica riesgo, sólo el futuro”
(p.7). Es decir, se asocia con la idea de porvenir sin certeza y
esta incertidumbre es lo que obliga la necesidad de predecir, como una vía para reducir los temores. Agrega dicho autor
que el concepto de riesgo es relativamente reciente, tiene sus orígenes a finales de la Edad Media, y que anteriormente se le
denominaba peligro y era imposible mitigar; en las sociedades
antiguas lo que dominaba era el peligro, asociado con algo
concreto, mientras que en las modernas es el riesgo y se
considera el margen de incertidumbre sobre el posible daño.
Es así como al vocablo riesgo, se integraron dos elementos:
la probabilidad y la decisión, y la idea de calcular la
probabilidad implica aceptar un margen de elección personal,
pero la probabilidad como atributo de riesgo tiene una perspectiva
económica y éste no sólo puede ser tomado como un
concepto estadístico. Expone Briones-Gamboa (2007), que los
científicos y expertos para calcular el riesgo usan fórmulas estadísticas
basadas en la probabilidad según el impacto negativo
de eventos peligrosos pasados, tratando el comportamiento de
la gente ante los riesgos como irracional; mientras que los
sociólogos, critican la idea de riesgo objetivo, arguyendo que
las percepciones de riesgo no son irracionales y deben ser
vistas como juicios bajo la incertidumbre.
En este sentido Cardona (2003), describe la concepción
que se le ha dado al riesgo y las terminologías asociadas
desde distintas perspectivas disciplinares. Es así como desde
el enfoque de las Ciencias Naturales, los desastres naturales
son vistos sólo como fenómenos físicos, en virtud de que
el interés sobre este tema es principalmente de geofísicos,
sismólogos, meteorólogos, geólogos, entre otros. El hecho
de que estos fenómenos que en su mayoría no se pueden
predecir con certeza y precisión a pesar de los avances
tecnológicos, deriva que desde esta perspectiva, la producción
de daños, pérdidas humanas y materiales sean tratadas como
consecuencias inevitables.
Por otro lado, las Ciencias Aplicadas se centran en los
efectos del suceso, asociándolos con la amenaza que pudiera
generar en los sistemas estructurales, entendiéndose a la vulnerabilidad
como la susceptibilidad de sufrir daños, producto
de la capacidad estructural; al riesgo, como el potencial de
pérdidas según los daños factibles y; al desastre, como las
consecuencias o el impacto que se causa sobre la sociedad
que sufre estos daños y pérdidas.
No cabe duda, que el aporte de estas ciencias al estudiar la
capacidad de los elementos estructurales o sistemas expuestos
con el fin de estimar los daños físicos, significó un cambio de
paradigma en lo que se refiere al riesgo, sin embargo, aunque
se propone un concepto del mismo mucho más completo, el
enfoque sigue siendo parcial y reduccionista, en razón de que
en la práctica la evaluación de la vulnerabilidad física, sigue
sustituyendo la evaluación del riesgo, el cual se deja como un
resultado secundario. En síntesis, existe un desconocimiento
de los aspectos sociales, culturales, económicos y políticos
que deben reflejarse en la estimación de la vulnerabilidad y el
riesgo.
Desde el enfoque de las Ciencias Sociales, Cardona (2003)
expone que el riesgo es coligado al estudio sobre las reacciones,
la percepción individual y colectiva, así como a las
respuestas de la población ante emergencias. Esta perspectiva
señala que los desastres no son sinónimos de eventos naturales,
por cuanto no están referidos únicamente al daño físico potencial o a determinantes demográficas, éstos ocurren solo
cuando las pérdidas que se producen por un suceso, superan la
capacidad de la población de soportarlas o cuando los efectos
impiden recuperarse fácilmente; de allí que la vulnerabilidad
no pueda ser definida o medida sin hacer referencia a la
capacidad de la población de absorber, responder y recuperarse
del impacto del suceso.
Adicionalmente, la vulnerabilidad es interpretada como una
“característica” o “propiedad” y no como una condición,
circunstancia o predisposición resultante de una fragilidad,
hecho que hace perder de vista la amenaza que por supuesto
es muy importante por cuanto es el fenómeno detonante. Este
enfoque aborda el concepto de riesgo considerando que la
vulnerabilidad e inclusive la amenaza son el resultado de
procesos sociales, económicos y políticos.
En razón a todo lo anterior, Cardona (2003), expone sobre
la necesidad de que la vulnerabilidad y el riesgo sean vistos
desde una perspectiva holística, denotando al riesgo como
un concepto complejo, alrededor del cual confluyen muchos
factores a la vez, tres de ellos fundamentales a la hora de
estimarlo: la eventualidad, las consecuencias y el contexto,
siendo este último fundamental al momento de tomar cualquier
decisión, por cuanto el ámbito en el que se produzca un hecho,
que pudiera convertirse en amenaza, es muy particular, los
actores involucrados son diversos y por ende la capacidad de
gestión debe ser específica para cada realidad.
Según se ha visto, el dimensionamiento del riesgo debe
entenderse de una manera integral y holística, como un todo
complejo sistémico, donde cada uno de los factores capaces de
influir, bien sean de tipo social, organizacional e institucional
deben ser considerados. Ello implica aceptar que las vulnerabilidades
van mucho más allá de la incidencia de agentes
externos, de los elementos físicos como el ordenamiento territorial,
las infraestructuras o las líneas de vida, siendo además
fundamental considerar los agentes internos, quizás los más
importantes, relativos a las fragilidades sociales, expresados
en el conocimiento, la comunicación y la preparación que
tengan los grupos sociales para soportar el impacto de un
evento socionatural y sus implicaciones.
Por otra parte, el análisis del riesgo siempre está vinculado a
una decisión, de allí que éste es consecuencia de una decisión
racional, y renunciar al riesgo es renunciar a la racionalidad,
el riesgo está en función de una determinación y el peligro del
entorno, es decir, el posible daño será consecuencia del fallo
a que diera lugar. Es por ello que los resultados producto de
estas acciones, en algunos casos pudieran ser positivos, pero
en otros casos nefastos.
Respecto a lo anterior, Ruiz Guadalajara (2005), expone
que de acuerdo con la antropología del riesgo, los desastres
entendidos como procesos y no como eventos explosivos, no
son más que complejos históricos de acumulación progresiva
de vulnerabilidades, producto de la acción de amenazas naturales
y sociales, con el agregado de nuevas amenazas que
subsecuencialmente se incorporan al proceso, por la acción
de la construcción social del riesgo. Es así como grupos
sociales en sus prácticas y representaciones, al aumentar sus
vulnerabilidades construyen progresivamente el riesgo, lo que
implica desastres en potencia o en vías de realización.
Ello refuerza la conclusión a la que han llegado estudios
realizados en materia de riesgos, donde se alude que la
vulnerabilidad es imposible eliminarla totalmente, pues nada
más puede transformarse, acumularse o disminuirse, postura
que concuerda con la opinión dada por Ruiz Guadalajara
(2005), cuando expresa “. . . la sociedad libre de riesgos o
el hombre emancipado de las amenazas sólo existe como
argumento de utopías. . . ” (p.3).
En efecto, el riesgo en relación con la problemática de los
desastres, es una condición latente que repercute en posibles
daños futuros y pérdidas en un determinado grupo social, y en
razón de que es el producto de la compleja relación dialéctica
de las particulares condiciones físicas y las características de
vulnerabilidad, el mismo es dinámico y cambiante.
siempre el resultado de las acciones individuales, sociales,
organizacionales o institucionales, conscientes e inconscientes;
por ello es preciso afirmar que el riesgo es una construcción
social.
En definitiva, resulta que los contenidos y concepciones del
riesgo en los diferentes momentos históricos, se encuentran
impregnados por el tipo de sociedad de la cual emanan, lo
que origina modelos teóricos que a su vez son abstracciones
de la realidad para intentar explicarla y comprenderla. Por
ello, no es fortuito que actualmente se vinculen las nociones
de riesgo y desastre, dado que ambas son el producto de la
interacción entre la cultura y la experiencia social; por tanto,
su compresión requiere de un enfoque integral u holístico que
relacione estructural y funcionalmente todos los componentes,
elementos y fenómenos de la sociedad con el entorno natural
y aquel que ha sido construido.
Resulta evidente, que el riesgo al ser un proceso socialmente
construido tiene la posibilidad de ser manejado, por ende, modificado
y transformado, para así reducir sus fuentes generativas.
De allí el reconocimiento urgente de la educación como único medio para potenciar cambios profundos individual y
colectivamente, como la llave instrumental capaz de lograr
el accionar que se espera y que traerá consigo sociedades
conscientes de su realidad natural, reflexivas, desarrolladas y
seguras.
Ello significa trabajar para producir cambios sustanciales
en los sistemas sociales, políticos, económicos, culturales y
en la organización de las comunidades, lo que iría en correspondencia
con nuevas formas de observar el mundo en su dinámica sujeto-objeto-suceso. En este propósito, el reto debe
ser educar para transformar valores, hábitos, conductas e ideas,
lo que consecuencialmente implica, tal como fue expuesto por
el filósofo Sartre, citado por Vargas Hernández (2007) “. . . un
proceso de construcción, destrucción y reconstrucción” hacia
una cultura de la prevención.
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